martes, 26 de octubre de 2010


Leopoldo Tobar Salazar
San Gabriel 1955

Poeta e investigador de temas históricos. Forma parte de la redacción de la revista Eskeletra. En los ochentas integró el taller literario La pequeña lulupa de Quito. Textos suyos se han publicado en revistas como Letras del Ecuador y Eskeletra.
Los editores de su primer poemario, precisan: "Sirhiom, palabra que no tiene cabida en ningún diccionario es, para su creador, un cirio que ríe en el fondo de un río, el mismo río de la existencia humana y cósmica."

BIBLIOGRAFÍA

Poesía: Toros en el corazón -coautor- (1997); Sirhiom (Quito, 2001). Ensayo:
Diccionario de Derecho Agrario y términos afines (Quito, 1995); Diccionario de
Derecho del Trabajo (inédito). Consta en Memoria II Festival de Poesía
Eskeletra'98 (Quito, 1999).

Textos extraídos de, Sirhiom,
Editorial Eskeletra (Quito, 2001).

La muchacha de Vishnu

En su frente chorrea una estrella carmesí
va por nocturnas estenografías
como el pórtico del palacio arzobispal
repartiendo fundas can pan y mortadela
y a veces tragos de vino seco
Blanco vestido blanco velo
escucho tintinear una ajorca
bajo ese blando aro de seda
que a ratos el viento ovala
Entrega su ración a Diógenes que escribe
sus profecías sobre el advenimiento
del reino de los locos/ bajo esa mancha
de luz que proyecta el City Bank.
En la punta de un cordel ata la funda
para el hombre pájaro que habita en la enramada
de un árbol en el viejo parque.
La última con una flor de loto es para mí.
No sé si es discípulo de Krishna o llegó
a Quito de otro cosmos/ donde las flechas
no la hieren ni el dolor la quema/ lo cierto
es que mi occidental pensamiento
no logra descifrar su silabario.


Baja la tienda zulú

Cortarme puedo la oreja para tus hambrientos
gatitos, así de cruel y bondadoso soy,
igual que pirata malayo, para que tú,
princesa de las esmeraldas que se ocultan
me permitas entrar a tu húmedo africano trópico
a celebrar el ritual de los exterminios luminosos

Sin cámaras delatoras, lejos de la urbana tribu,
ocultaré mi ciencia en la curvatura de tu vientre.
Lleno da vacío como estoy, lleno de verdad, tú,
mi esbelta mitad egipcia, nacerás en mi vació.
Ensayaré mi magia zulú en tu nocturno firmamento
y los elementos de la tierra me lamerán como gatitos.

Igual que buscador de perlas en asiáticas aguas
bucearé desnudo en tu suave cabellera negra.
Eres río de tentaciones para cualquier Heráclito
aquí te toco sin tocarte marimba de seda y sangre.
Nunca vi a tus gatitos, pero creo en ellos
de la misma manera que creo en los ángeles.


Encuentros en el limbo

La noche que estuve en el Purgatorio se rompió el último cántaro del diluvio. A mí me atormentaba un terrenal agujero en la suela del zapato. Nómada yo en aquel entonces, indagaba por Silvia, mi novia niña. Vagaba por la fábula una pareja de fantasmas helados.
Entre los tristes árboles de las molucas que en la noche florecen, se veían dispersas lámparas eléctricas. Ambiguas formas encorvadas con pelos, salían, entraban en iglesias barrocas, cafeterías, lupanares. La penumbra como una telaraña todo lo recubría. El Corazón del Purgatorio era una metáfora que se iluminaba en la plaza de Santa Sábadha.
De súbito bajo el Arco de la Rosa Roja vi a Diógenes, el profeta impío, mojada la pavesa de su lámpara, mendigar un fósforo y bociferar su verdad: el Rey Alejandro nos roba el sol y la sal; el hombre es una obra imperfecta, espantosa, con ese monstruito narciso y vicioso como un rey procrea los hijos y con su único ojo de cíclope llora de espaldas. Vi sus ojos cálidos, pero
atormentados por la ciencia de ver la lejanía.

En ese mitin estaba cuando de improviso asomó el viejo Heráclito castañeteando de frío. Con papiros calendarios catecismos inventó en el portal una fogata y repetía que el mundo no es creatura de ningún dios: es fuego que se despierta y duerme conforme a leyes! Salió a la intemperie, la corriente hacía trastrabillar sus piernas, y él clamaba: nadie desvirga dos veces a la bárbara doncella, nadie se ahoga dos veces en la ceniza del mismo río!
Yo creo que el pretérito ocurre en el porvenir. La misma lluvia cae en todos los siglos. Todos los diluvios tienen su ave blanca, su arrecife. Desde el fondo del aguacero me llegó una paloma desencarnada: el misterio que me va a venir. La única flor amarilla que espero, caída del sueño. Entré en una zapatería alumbrada por un quinqué, saludé con anónimos fumadores de opio, y salí. Me gusta filosofar bajo la lluvia, caminando.
Con esa arrogancia de nube lesbiana, ceñida una corona de flores de azafrán, una verde túnica más verde que la hierba, colgante del cuello una luna de hojalata, Safo apareció. Junto al muro de la plaza del Santo Fulgor, semi trabada la lengua, en griego
improvisó un cantar: los huesos me duelen de melancolía, no de frío, he mutilado mi cabelle rapado mi cabeza, porque a este limbo, oh Persé no arriba la primavera, pero en mí renace la risa y la cabellera del amor.
Yo era un transeúnte sin gloria, semejante a un zaguán sin luces. Me consolé. Yo traía un resplandor, fabricado con ciencia y sueño, oculto en una con A todos por igual el destino nos arrastra -me dije un hombre flaco, con cara de quien acababa de ; de la horca-, a los mansos y los. coléricos, a los propietarios y los indigentes, a todos por igual. ¿Dónde están los que se creían, por la providenci; destinados a gobernar? Humo era el poder y disij Pompas de agua y jabón era la gloria, y deshiciér Avísales al Fakir y a los de su calaña -dijo Francc Villon- que en mis legados constan cálidas sopas pescado frito en aceite, y vino, para los días de invierno.   «Y de una soga de dos metros
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa»
Luciérnagas y mariposas calavera circundaban en la medianoche insana, eran sílabas de una palabra desconocida que iba yo a inventar y pronunciar pero la voz con escalofrío de Gérard de Nerval
me empanizó los labios. Palabras
existen de las que libremente puedes disponer -dijo el poeta, inasible como quimera- y si pronuncias aquélla, perturbas tú la armonía del mágico universo. Trazando en el aire signos, emigraron las mortales palomillas.
Llenos de fango, rotos mis zapatos, anduve descalzo.
Pensé en un Templo o en una Botella de Whisky. Ignoro por qué a la una de la madrugada estaba la basílica iluminada, abierta. De rodillas, oré: por qué permitiste que un rayo/ electrocutara el vuelo/ de mi nubil amiga/ por ella supe/ desde mi niñez/ que el amor es la agonía del deseo ¡Revívela oh Dios por estas lágrimas!...Y junto a un candelabro la ví toda vestida de blanco. Salió del templo. Yo, magnetizado, tras ella. El viento cumplía con su anhelo de peinar su cabellera. -Abajo de tu corazón, que ahora es un corral de cebras feroces, hay un manantial de aguas divinas, bébelas por mí, me dijo Silvia y con arrepentimiento y violencia arrojó, contra el muro, el veneno en la copa de cristal. Sonaron orquestas, claxons, las lágrimas ardían en mis ojos, era una noche lluviosa de diciembre, en Quito.

martes, 19 de octubre de 2010

FERNANDO BALSECA (Guayaquil, 1959)


Poeta, ensayista y catedrático universitario. En los setentas participó del colectivo Sicoseo de Guayaquil; en la década posterior integró el Taller de Literatura del Banco Central del Ecuador, Sucursal Guayaquil, que coordinó el escritor Miguel Donoso Pareja. Asiduo colaborador de la sección libros de diario El Comercio de la capital; integra el Comité Editorial de la revista Kipus del Area de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito.

Ha publicado en Poesía: Cuchillería del fanfarrón (Guayaquil, 1981); Sol, abajo y frío (1985); De nuevo sol, abajo y frío (Quito, 1992). Cuento: Color de hormiga (Guayaquil,
1976). En 1991 publicó la antología de poesía ecuatoriana La palabra perdurable.
Consta en las antologías: La novísima poesía latinoamericana (México, 1982);
Palabras y contrastes: antología de la nueva poesía ecuatoriana (Cuenca, 1984);
Posta poética (Quito, 1984); Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990) y La palabra
perdurable (Quito, 1991).


De Cuchilería del fanfarrón


Homenaje

Caminando y siendo nosotros: caminando en el desfiladero
fuimos miedo y alegría entre los vientos.
Qué peligro amar tan alto
       qué lucidez
recuerdo solamente mi afán de no caer en el vacío.
A mi señora la llevo guardada en esta alforja
no muy junto a las aguas de anís
como cerca del revólver –regalo de bodas de mi amigo.
El frío es más duro –de roer–
que los huesos de mi dama en la pradera:
mi dama esta conmigo
   mientras dura el día
cuando sea noche y por la tarde
a duras penas por mi trabajo y mis oficios.
Te pienso como una niña rendida en la batalla
como el aire que se mete en las narices.
Me asfixio.


De “Caballería”

Y bien:
corrí flaco potro por el olor de tu pelo
orillas del mar me llamaban hasta el fondo
hundirme o no hundirme
he ahí el verdadero gran dilema terrenal.
Corrí flaco galgo y no llegué más allá de la sala de tu casa
el comedor de visita
los armarios
tu cuarto vedado tu cama
       tu linda cama
       tu cama no
al fondo la cocina
un pasillo como una cuchilla cortaba toda intención mía
de atisbar el más allá de tus ropas.
Corrí corrí como un atleta
el peor de la columna pero siempre en la carrera
por el olor de tu pelo ya lo dije
no siento sino un alacrán en mis rodillas cabalgando más lento
que yo en tu carrera.
Salí flechado junto a tus pantalones
camisetas que me quitaron el sueño después de las 11 de la noche.
Corrí corrí potro fino en medio del bosque de mandarinas
no más tu mamá
     no más tus juegos y tus jugos.
Corrí caballero corrí corrí
despejé las alimañas en mi trote
fui veloz
    lo más que pude
y no alcancé ni a agarrarte unos cuantos cabellos de recuerdo.


Muchacha (sola en matinée)

Brenda Rhiana La Sabida
la que no permitió que la tocasen
fue el domingo al cine de misterio  
(las sillas rechinan: fueron de la iglesia de Playas).
Cuando regresó crispada los pelos con un miedo mayor que si le hubieran metido muchas bolitas de plomo en la barriga
pidió que le quitara el susto
          por favor
Pero Eso Sí No Vas A Tocarme.
Y cómo no querer tocarte
si eres para mí como el agua que respiro.


Los dioses bajaron a Clemente Ballén y García Avilés, esquina

“Cuánto cobras mijita”.
No soy prostituta
                              señor.
Sólo espero el colectivo de la 8.


Rompecabezas 9

“La compensación no te daré mientras en existencia haya placeres”.
Cindred ofrenda a los dioses
su diario paseo por la playa
cuando los peces representan signos del amor.
“Cuánta lujuria e ese mundo atormentado”.
Dama mía: no hagas caso de los dioses
hagamos lo que te dije.
Mas ella eleva rezos al reino de los cielos
se tumba entre las piedras de la arena
y los castores     los coyotes
la acompañan en el juego del perdón de los pecados.
“Acostémonos ¿por qué aquello vulgar mortal?
Proposición negada
cuando una mujer la moral ofenda
deberás exigirle que se vista”.
Poco espacio ofrece el paraíso
para que el cuerpo de Cindred se derrame.
Ella atiende el llamado de los dioses:
no merecen la importancia que te ocupa.
Pero Cindred grita Así Son Todos Los Hombres
se echa a llorar dice Quítame La Mano.
Y los castores     los coyotes
se van en retirada lentos y con hambre
de hace ya infinitos días de ser novios de las hembras.
El mar
ha sido exterminado.
La cama destruida.


No te llevé el sereno porque llovía a cántaros

Justo antes de telefonear a la Viviana preciosa
la planta carnívora de mi jardín
quiso con las savias mas ardientes de su tallo que la besara y le cantara en alemán.
Así ella crecería rubia y sana como Judy Hill paseándose en Hamburgo.
Yo imaginé el ridículo delante de los amigos.
Entonces me mostré mas duro que un pedazo de pan de los de la casa de la abuela
y le grité a la planta que no moleste a rienda suelta.
Por poco me aplasta la maldita enfurecida:
Se empinó inmensa como los campeones sudamericanos de básquet
sentí algo alrededor del cuello y no podía respirar.
Allí pedí un sos a las polillas y a los castores:
me negaron la ayuda por falta de su tiempo.
Aparte de resentirme con los animales de por vida
me apretó la planta los ojos con flores y frutos venenosos.
Así me mantuvo la planta durante varios días.
Entonces los bomberos rompieron puertas y ventanas y gritaron.
Notifiquen La Posible Asfixia De Uno De Los Lagarteros.
Y como a fin de cuentas la vegetala aún me amaba
ella me soltó para asesinar fácilmente al jefe de los bomberos.
Cuando lo elevó como le pegan a un socialista asediado en media noche
ya fue tarde para que nos dejara en paz a todos.
Ahí mismo fue que me di a la fuga: fuga del paralítico.
Lo primero que hice –desde un teléfono público donde casi me rompe el vidrio una gorda como boa bien alimentada–
fue cantarle a la Viviana preciosa muchas disculpas:
La Próxima Vez No Fallaré En Tu Cumpleaños:
Desde Ya: Escoge Las Canciones. 



 

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