jueves, 1 de septiembre de 2011

  


JORGE MARTILLO (Guayaquil, 1957)

Columnista del diario El Universo y de la revista Elite. En 1980 obtuvo el Primer Premio de Poesía Universidad de Loja; en tres ocasiones el Segundo Premio de Poesía "Medardo Ángel Silva", Municipio de Guayaquil (1979-1984); Premio único de Cuento Revista Ariel Internacional (Guayaquil, 1982); Primer Premio en el Festival de las Flores y las Frutas, Ambato (1986); Premio Nacional de Literatura "Aurelio Espinosa Pólit" (Quito, 1991); III Premio, Concurso Nacional de Poesía "Ismael Pérez Pazmiño, 75 Años de Diario El Universo", Guayaquil,1996.

Sobre uno de los libros de Martillo el poeta Julio Pazos anota: "Pasado el violento estremecimiento que causa la lectura de Fragmentarium, sobreviene, en el lector, como un vaivén de olas, es decir como un deseo de desentrañar el núcleo candente que errata el estremecimiento. Vaivén de olas porque nunca alcanzaremos la cumbre, aunque, tampoco nos alejaremos para siempre de ella."


BIBLIOGRAFÍA

Poesía: Aviso a los navegantes (Quito, 1987); Fragmentarium (Quito, 1991); Confesiorarium (Quito, 1996); Vida Póstuma (Guayaquil, 1997). Ensayo: Viajando por pueblos costeños (Guayaquil, 1991); La bohemia en Guayaquil y otras historias crónicas (Guayaquil, 1999). Consta en las antologías: Palabras y contrastes: antología de la nueva poesía ecuatoriana (Cuenca, 1984); La palabra perdurable (Quito, 1991).

“Escribo poesía para limpiar mis riñones, para darle voz a mis pensamientos salvajes. Escribo poesía para limpiar mi sangre, para poder respirar y dormir aunque sea tres horas. Cuando escribo: vivo y amo, soy el animal más voraz. O al menos, lo intento”, ha señalado Martillo Monserrate.









 "Corazones Tatuados" de Confesionarium

      Oh Dios atiende mis plegarias, escúchame, cree en mí.

      Sé que eres ruin, aún así envío mis plegarias a tus
                                              desdenes.

      Soy como el demente observando fantasmas que nada más
                                                él ve,
      así sin decir jamás una palabra,
      navegando en el mal tiempo.
      Esperando a que caiga la noche para conversar con la luna,
      mirándola como un gusano que se asoma de su fosa al
                                               mundo.

      Sé que ese fantasma habla y se desp]aza luminoso como
                                             un cometa.
      Oh Dios atiende mis plegarias, escúchame, cree en mí.

      2

      Nosotros también éramos monstruos bajo los almendros,
      la tarde se metía en nuestros cuerpos,
      era como un sorbo de veneno.
      Los monstruos desfilaban,
      daban vueltas,
      les inventábamos historias.

      ¿Cuál era nuestra historia,
      qué maldición nos condenó?
      Seguramente el desamor,
      y esa sed de amar hasta morir intóxicados.

      Nosotros también éramos monstruos bajo los almendros,
      la única diferencia era que nuestras heridas estaban cubiertas,
      pero bajo costras,
      fluía la sangre,
      hedía la pus
      y el dolor gritaba.

      3
      La noche se ha ido,
      ha quedado un poco de muerte,
      ella besa mi boca instalando ceniza.
      Sé que aunque beba, la ceniza no me abandonará,
      estará recordándome que existen diversas formas de
      muerte.
      Debería quemar mis naves
      y hundirme.

      4
      Oh Dios que sigues mis pasos,
      que pisas mi sombra y no me dejas avanzar,
      que me lanzas tu aliento
      y no me permites respirar,
      que invades mis sueños como mariposas
      que en pesadillas me regalas rosas negras para morir
      y polvo de estrellas para conocer del amor el rubor de la fruta
      que confundes mi discurso,
      que garabateas mis versos,
      que oxidas mi vida.

      Oh Dios que sigues mis pasos,
      deja que corra desnudo tras el goce,
      deja que muera ebrio,
      deja que caiga al pozo donde me aguarda mi sombra.


De: "Aviso a los navegantes"  
CCE 1987



La Única certeza es su recuerdo

I

la única certeza será saber que un día estuvimos aquí
donde se aloja el humo de cigarro como ancianos en 
parques

y que mi recuerdo se remita a un montón de cervezas 
vacías

a una palabra suya intentado decir amor
a una tarde de hojas secas y de un fotógrafo mirando
la nada del día
a cruzar el río en lancha y después besamos en los fe-
rrocarriles de la nariz del diablo
a un sol llorando antes de diluirse en la noche
a una canción que ud. decía como sirena engañando 
marineros

a una mañana de lluvia con el barre manchando sus 
tobillos

a un pasillo que lejano sabia a trío de lagartero con
guitarra de palo

y ahora para qué recordarla
afuera existen vanos in-
tentos de lluvia

fallidas ganas de huir bajo el paraguas
entre la música de grillos ocultos en los árboles
para qué recordarla caracola perdida en un mar de arena
es que el recuerdo es como un cangrejito sacando la
cabeza del infierno.


II

mariposas sobre sus cabellos aleteando la tarde
volando colorinas por su cuerpo
le diría que no me es dable su ausencia
sus repentinos abandonos
que no puedo esperarla a la orilla del camino
le contaría despacio como telegrafiándole un beso
que no he aprendido a caminar por las rieles del tren
que a lejanía saben las cervezas
que la poesía no se deja poseer
que estoy volviendo atrás como un pez nadando
contra marea
que estoy cayendo al oscurismo pozo
al griterío de borrachos reunidos en torno a la desilusión
que definitivamente esto va de mal en peor
que se están apagando las luces
que estoy emprendiendo el ultimo camino
y nada más: que las mariposas sigan con sus colores
que la tarde
el maldito llameante sol  

todos y ud. misma no toquen jamás mis puertas/ jamás

III

iba en pleno vuelo dando una
dos
tres volteretas casi imposibles
y sonaron los disparos
olió la pólvora a despedida con pañuelos desde el puerto
se tornó nebulosa la imagen de pinos
de piedras enterradas en surcos de tierra
de flores acogiendo colores del arcoiris
de aguas haciendo eses sus transparencias
sonó otro como carcajada del torturador 
ante su víctima

debió pasar de largo
recordé por ultima vez su paraíso desnudo como 
espigas de trigo

y junto al tercer disparo escuche su adiós de café sin 
pizca de azúcar 

abajo seguía la polvareda cada vez que cedía el gatillo

sentí una sed digna de un mar de cerveza sin naves ni 
sirenas a la deriva

me golpeó una ola de ternura capaz de ahogar a más 
de una mujer

viví la edad temprana de cines todas las tardes
de soldaditos muriendo al impacto de la bola 
de cristal


y sonó otro disparo
no erró
y caí de sus brazos a la ausencia más profunda

(Aquí Podrán encontrar 
el ensayo que Carlos Calderón Chico escribió para introducir el último libro de Martillo, La bohemia en Guayaquil & otras historias crónicas)


 

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