jueves, 24 de septiembre de 2009
Por Freddy Ayala Plazarte
martes, 22 de septiembre de 2009
jueves, 17 de septiembre de 2009
martes, 1 de septiembre de 2009
SON DEMOLICIÓN:
ALFONSO MURRIAGUI VALVERDE
MI SOMBRA Y SU BOÍNA
En este su más reciente libro, el poeta Murriagui, maduro, reflexivo y sapiente, el que ha vivido muchos soles y lunas y nos ha tendido el lazo de los ancestros, pero también el abuelo y amante tierno, reaparece…Así, la memoria, la nostalgia y los recuerdos, se confiesan en estas páginas que escribe bajo la sombra de los años y con su boina guerrillera a cuestas, testimonio para sus amigos, colegas y contemporáneos, o para quienes queramos aprender de sus experiencias y alegorías, que la memoria personal si no se la escribe, es fugaz y se vuelve cada vez más lejana, porque para el veterano poeta la memoria:
…”Viene como los cantos posesivos,
como la dulce niña
que me dejó sus peces;
como la voz materna y sus silencios
poblados de ternura”
Es pues en dirección a la vitalidad del agua, del amor y de la memoria colectiva, que creemos que la mejor poesía de Alfonso Murriagui “se dice” por sí misma, no por las palabras de otro, ni por el canto o alabanza de ningún crítico de opereta o de algún “canónico” de la lengua; se dice por sí misma y permanece, intentando restaurar con sus versos, no solo la infancia del mundo y de la voz poética subjetiva, pero también la infancia de nuestra propia identidad: de nuestra gran infancia colectiva ecuatorial.
Una infancia con mitos y personajes legendarios y también con seres diminutos, vulnerables y de carne y hueso. Mas y a diferencia de la poesía apolítica y hermética o de aquella truculentamente erótica, -tan en boga en nuestros días-, los poemas de Alfonso Murriagui, aún permanecen insuflados de humanidad y de solidaridad humana, aquella solidaridad y juventud que atraviesa las generaciones y aún es capaz de traernos sus destellos y fulguraciones:
“Nacimos cuando el mundo todavía era bueno, sin hornos crematorios, ni átomos infernales. Deambulamos junto a un río que aún no había sido encadenado; los sueños vivían en nuestros ojos y era fácil pescar las ilusiones debajo de cualquier eucalipto rumoroso...”, nos dice el niño interno del poeta; ese mismísimo niño, hoy el “abuelo Alfonso”, quizás aquel memorioso padre colectivo que todos hubiésemos querido tener, para que nos leyera en la chimenea de un cálido hogar, los poemas que hoy se encarga de recordarnos el siempre vital e irreverente poeta tzántzico.
Diego Velasco Andrade
viernes, 21 de agosto de 2009
BLOODY CITY
Tenemos en este Bloody city, 2009, de Alexis Cuzme (Manta, 1980) (libro que, junto a El Aullido de las moscas del narrador guayaquileño José Nuñez del Arco, inaugura una serie de publicaciones, MARFUZ ediciones) una propuesta que perpetúa los más oscuros rincones que esconde el hombre en una ciudad caótica-consumista, mas directamente nos adentramos en la psicología pragmática de la voz poética y nos da la idea que vivimos, dormimos y morimos en la náusea que produce la indiferencia colectiva, es decir; estamos cerca de la muerte caminando al borde de un acantilado. “La muerte desde dos parlantes es más hermosa que correr la cortina y ver a mi vecino agujereado en la cabeza”.
Un poemario que muestra lo humano y lo inhumano del ser humano, crónicas desgarradoras, subversión, voces guturales, misantropía pura, que muestra las situaciones existenciales de los individuos, y a la vez, la voz poética de Cuzme orientada a nutrirse de lo blasfemo, de lo intolerable, siempre destapando ese silencio que muchos callan, aquel silencio escarlata que enloquece al mundo actual. “Pero ¿quién te dijo sé un amante de la materia comercial en una ciudad como esta?”
Freddy Ayala Plazarte
Grillos
¿Y si gritaran como los espectro
perdidos bajo olas
en el aguaje de óxido
de un bus solitario?
Quizás se salvarían
con aquel primer paso
de cada cobarde?
Pero nadie quiere escuchar.
Salvo el desagradable instante
de un pie triturador
sobre un cri-cri
desespereante.
Rigor Mortis
La ciudad es un punto muerto
tatuado en la pupila,
porque nadie volvió
de la zona muerta
para reclamar cuadros multiformes
sin estrépito vital.