lunes, 17 de mayo de 2010





Por tercera ocasión se publica en Veracruz-México un trabajo que agrupa literatura ecuatoriana, la revista Nueva época dirigida por Raúl Hernández, en su primera edición: fue la narrativa contemporánea, en su segunda edición el ensayo del poeta vanguardista Hugo Mayo, en esta ocasión una muestra emergente de novísimos poetas jóvenes (parte de la selección Premonición a las puertas), varios con publicaciones y otros sin publicaciones, con las imágenes del artista visual ecuatoriano Pedro Herrera Ordóñez
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Novísima Poesía Ecuatoriana
Por Alberto Hernández Vásquez
Subdirector "Revista de Literatura Contemporánea"


La revista Cultura de VeracruZ, en su número 55, de mayo de 2010, recoge la muestra Novísima Poesía Ecuatoriana, realizada por Freddy Ayala Plazarte; de quien puede consultarse su ficha bibliográfica en las páginas del número 52 de la revista Cultura de VeracruZ, en donde dio a conocer su profundo estudio: “El eterno retorno a la vanguardia ecuatoriana. Homenaje al poeta vanguardista Hugo Mayo”. Ahora, en esta ocasión realiza las notas, recopilación y selección de los jóvenes poetas ecuatorianos, como un importante y trascendental prólogo.

Se trata de una antología de poetas nacidos a partir de 1979, como Oswaldo Calisto Rivera 1979-2000,  “Cachibache”. Una verdadera revelación y homenaje a este autor,  casi de culto, entre las nuevas generaciones. Sin duda alguna, destaca la rebeldía y el atrevimiento por reformar el estilo literario. Puede apreciarse su fuerza arrolladora en el empleo de las palabras: “Vuestro espía acordona un veneno de espigada claridad Y el gafete de cándido murmullo apareja al reinado Pelirrójese, he aquí la victoria de tilos en vuelo ¿habéis preferido el álbum al farallón empotrado? ya os comenta el bravo relente que en lo alto mece al afrecho pues excelencias, a bien comprobar pueden los arcanos de una inmensa gloria Si, aquí vuestro caudillo hinca la mollera”.

Juan Carlos Astudillo (Cuenca, 1979), se permite continuar con la tradición de la lamentación: “¡Somos los elegidos! –recordamos–, los encargados de / embriagar, drogar y fornicar la fe…de patentar un nuevo. / Dios…una nueva religión…”  En cambio, Johanna López Santos (Quito, 1979), lleva a cabo un recorrido hacia la desintegración de los sentimientos: “No sé qué valía representa la tristeza…. /  ahora /  cuando la soledad /  cubre párpados disecados, /  ojos desapacibles y mejillas mojadas; /  no hay punto de llegada /  ni de partida.”

Entre estas búsquedas extrínsecas de la forma poética destacan las imágenes de  Juan José Rodríguez (Quito, 1979): “La vida prefiere perseguirse a sí misma / bajo lunas que sienten coronarse de yedras. / Yace el cuerpo en el claro distante.”  La prosa poética de Carlos Luis Ortíz (Alausí, 1979): “Verter en la ruina de los espejos los escombros de una lágrima. Considerar al miedo como un parpadeo necesario e imposible, pedirle a alguien que detenga el cuerpo antes de la caída y si es posible que zurza las cicatrices antes de la lástima.”
Por Rocío Soria (Quito, 1979), se consiguió el extraordinario contacto y la promoción de las letras actuales de Ecuador. Lo cual permitió el encuentro con su propia poesía: “Dios arrojaba un vómito de sangre, / un vómito supremo, / hablaba con su habitual tendencia al secreteo / se visitaba con el espanto que producen las visitas inesperadas, / se rendía ante sí con el arte histriónico de su confesión. / Dios supremo, Dios de exterminio”.

Alexis Cuzme (Manta, 1980), colabora con algunos de sus versos. Es conveniente leer en voz alta el siguiente poema: “Soy un diario sin tachaduras / que no cabrá en tu entendimiento, / una pulcritud superior impenetrable, / una desleal combinación lexical / para arruinar la convivencia. / Y no hay remordimiento, / porque cada letra suturada / entre sí, / se volvió mi cédula / de invisibilidad”. En esta línea de búsqueda de la identidad, César Eduardo Galarza, (Guayaquil, 1981), propone que: “No ofendamos al encuentro de nuestras carnes / con glotonería lírica y estéril. / Ha cesado la etapa del cortejo / ¿por qué prolongar la falsedad?”

Dentro de estas reflexiones, David Sánchez Santillán, (Quito, 1981), contempla: “Día tras día, / un solo sosiego, / oscura aberración”. César Eduardo Galarza  (Guayaquil, 1981), enfrenta convincente la objetividad de la: “Arena desvanecida / Atrás queda el puerto, / atrás los seres que exigieron tu presencia.” La necesidad vital del diálogo de  Sebastián Lazo (Cuenca, 1982), quien narra un fragmento sentimental: “Apresuro estos días, lluvia y ciudad. / Siento en el aire un empujón de la vida / y aquel que mi pecho martilla / despierta con ansias de fuego.” 

Sin embargo, Dina Bellrham (Milagro, 1984), intenta desafiar a la soledad: “Necia la médula / que fermenta mis pestañas / de buscarte a hurtadillas / cuando la noche muere / y tu voz disipa febrículas”. La señal del paso del tiempo deja sus huellas en la juventud de  Andrea Samaniego (Quito, 1985): “He cronometrado mis movimientos por años, / hasta la música que ahora te explota en la nuca. / Apenas si te mueves hacia delante”. Las sentencias de Wladimir Zambrano (Guayaquil, 1985), definen la existencia de la creación: “Feliz sea el hombre que respira su ceniza, / que como una suerte de Dios”

La tragedia de la caducidad permite a Tyrone Maridueña (Guayaquil, 1986), escribir los versos: “En esta hora / La verdad se convierte en una enfermedad de los dioses / Los hombres desean reconocer la cura. / Pero su cuerpo / No es más / Que carne y memoria.” La actitud del papel femenino como una lógica diversa y fundamental de Carolina Patiño (Guayaquil, 1987-2007): “Mujer de espíritu vaciado / por una pérdida /
algo lejano su rostro / abruma a mis pupilas / hechas piedra / débiles ojos cansados de llorar / evaporan su esencia.”  

El papel trascendental de la función y el empleo exacto de cada palabra, con la cual  Cecibel Ayala (Cayambe, 1986), expresa que:  “Solo basta un momento para que la intensidad y la duración / liberando ese antaño grito contenido / en la garganta.”   La indagación de Edison Navarro (Quito, 1983), sobre los principios, conocimientos y realidad, en la que: “Se ve a los ángeles fornicar, / ruedan botellas y retazos de alas con carne / la orgía se desató en el paraíso.” En este sentido lúdico, Yuliana Marcillo (Chone, 1987), consuma su visión literaria de vencedora: “Sin tetas ni caderas, / conquisto a mi modo.”  Todo corresponde a lo que Ezra Pound solicitaba sobre que: “Los poetas son las antenas de la raza”, y antes Martín Heidegger planteó: “La poesía es la fundación del ser mediante la palabra”. 

Se  debe mencionar y destacar que esta entrega mensual de Cultura de VeracruZ, está ilustrada por el artista visual Pedro Herrera Ordoñez, Carchi, 1956. Dentro de las propuestas de esta revista independiente, la principal desemboca en la promoción de los jóvenes escritores de México, América Latina y España. Por lo cual, los lectores tienen la oportunidad de aproximarse a sus páginas en representación virtual, a través de su descarga en el blog: http://nuevaepoca.blogspot.com/, como una forma de enlace sin fronteras, ni aduanas o censuras institucionales, en la libertad única de las palabras.     

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