martes, 19 de octubre de 2010

FERNANDO BALSECA (Guayaquil, 1959)


Poeta, ensayista y catedrático universitario. En los setentas participó del colectivo Sicoseo de Guayaquil; en la década posterior integró el Taller de Literatura del Banco Central del Ecuador, Sucursal Guayaquil, que coordinó el escritor Miguel Donoso Pareja. Asiduo colaborador de la sección libros de diario El Comercio de la capital; integra el Comité Editorial de la revista Kipus del Area de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito.

Ha publicado en Poesía: Cuchillería del fanfarrón (Guayaquil, 1981); Sol, abajo y frío (1985); De nuevo sol, abajo y frío (Quito, 1992). Cuento: Color de hormiga (Guayaquil,
1976). En 1991 publicó la antología de poesía ecuatoriana La palabra perdurable.
Consta en las antologías: La novísima poesía latinoamericana (México, 1982);
Palabras y contrastes: antología de la nueva poesía ecuatoriana (Cuenca, 1984);
Posta poética (Quito, 1984); Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990) y La palabra
perdurable (Quito, 1991).


De Cuchilería del fanfarrón


Homenaje

Caminando y siendo nosotros: caminando en el desfiladero
fuimos miedo y alegría entre los vientos.
Qué peligro amar tan alto
       qué lucidez
recuerdo solamente mi afán de no caer en el vacío.
A mi señora la llevo guardada en esta alforja
no muy junto a las aguas de anís
como cerca del revólver –regalo de bodas de mi amigo.
El frío es más duro –de roer–
que los huesos de mi dama en la pradera:
mi dama esta conmigo
   mientras dura el día
cuando sea noche y por la tarde
a duras penas por mi trabajo y mis oficios.
Te pienso como una niña rendida en la batalla
como el aire que se mete en las narices.
Me asfixio.


De “Caballería”

Y bien:
corrí flaco potro por el olor de tu pelo
orillas del mar me llamaban hasta el fondo
hundirme o no hundirme
he ahí el verdadero gran dilema terrenal.
Corrí flaco galgo y no llegué más allá de la sala de tu casa
el comedor de visita
los armarios
tu cuarto vedado tu cama
       tu linda cama
       tu cama no
al fondo la cocina
un pasillo como una cuchilla cortaba toda intención mía
de atisbar el más allá de tus ropas.
Corrí corrí como un atleta
el peor de la columna pero siempre en la carrera
por el olor de tu pelo ya lo dije
no siento sino un alacrán en mis rodillas cabalgando más lento
que yo en tu carrera.
Salí flechado junto a tus pantalones
camisetas que me quitaron el sueño después de las 11 de la noche.
Corrí corrí potro fino en medio del bosque de mandarinas
no más tu mamá
     no más tus juegos y tus jugos.
Corrí caballero corrí corrí
despejé las alimañas en mi trote
fui veloz
    lo más que pude
y no alcancé ni a agarrarte unos cuantos cabellos de recuerdo.


Muchacha (sola en matinée)

Brenda Rhiana La Sabida
la que no permitió que la tocasen
fue el domingo al cine de misterio  
(las sillas rechinan: fueron de la iglesia de Playas).
Cuando regresó crispada los pelos con un miedo mayor que si le hubieran metido muchas bolitas de plomo en la barriga
pidió que le quitara el susto
          por favor
Pero Eso Sí No Vas A Tocarme.
Y cómo no querer tocarte
si eres para mí como el agua que respiro.


Los dioses bajaron a Clemente Ballén y García Avilés, esquina

“Cuánto cobras mijita”.
No soy prostituta
                              señor.
Sólo espero el colectivo de la 8.


Rompecabezas 9

“La compensación no te daré mientras en existencia haya placeres”.
Cindred ofrenda a los dioses
su diario paseo por la playa
cuando los peces representan signos del amor.
“Cuánta lujuria e ese mundo atormentado”.
Dama mía: no hagas caso de los dioses
hagamos lo que te dije.
Mas ella eleva rezos al reino de los cielos
se tumba entre las piedras de la arena
y los castores     los coyotes
la acompañan en el juego del perdón de los pecados.
“Acostémonos ¿por qué aquello vulgar mortal?
Proposición negada
cuando una mujer la moral ofenda
deberás exigirle que se vista”.
Poco espacio ofrece el paraíso
para que el cuerpo de Cindred se derrame.
Ella atiende el llamado de los dioses:
no merecen la importancia que te ocupa.
Pero Cindred grita Así Son Todos Los Hombres
se echa a llorar dice Quítame La Mano.
Y los castores     los coyotes
se van en retirada lentos y con hambre
de hace ya infinitos días de ser novios de las hembras.
El mar
ha sido exterminado.
La cama destruida.


No te llevé el sereno porque llovía a cántaros

Justo antes de telefonear a la Viviana preciosa
la planta carnívora de mi jardín
quiso con las savias mas ardientes de su tallo que la besara y le cantara en alemán.
Así ella crecería rubia y sana como Judy Hill paseándose en Hamburgo.
Yo imaginé el ridículo delante de los amigos.
Entonces me mostré mas duro que un pedazo de pan de los de la casa de la abuela
y le grité a la planta que no moleste a rienda suelta.
Por poco me aplasta la maldita enfurecida:
Se empinó inmensa como los campeones sudamericanos de básquet
sentí algo alrededor del cuello y no podía respirar.
Allí pedí un sos a las polillas y a los castores:
me negaron la ayuda por falta de su tiempo.
Aparte de resentirme con los animales de por vida
me apretó la planta los ojos con flores y frutos venenosos.
Así me mantuvo la planta durante varios días.
Entonces los bomberos rompieron puertas y ventanas y gritaron.
Notifiquen La Posible Asfixia De Uno De Los Lagarteros.
Y como a fin de cuentas la vegetala aún me amaba
ella me soltó para asesinar fácilmente al jefe de los bomberos.
Cuando lo elevó como le pegan a un socialista asediado en media noche
ya fue tarde para que nos dejara en paz a todos.
Ahí mismo fue que me di a la fuga: fuga del paralítico.
Lo primero que hice –desde un teléfono público donde casi me rompe el vidrio una gorda como boa bien alimentada–
fue cantarle a la Viviana preciosa muchas disculpas:
La Próxima Vez No Fallaré En Tu Cumpleaños:
Desde Ya: Escoge Las Canciones. 



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