sábado, 9 de abril de 2011

 PEDRADA EN OJO TUERTO
Ovidio Valdivia

Honorable es un adjetivo difícilmente aplicable a las palomas
Señor no es cualquiera, pero en el Ecuador nunca es tarde.
Ex-presidente de un hueso?



Una vida rota sólo se lee por retazos.
En mi caso, hablaré de por lo menos dos que son visibles:
1. De los flecos del cuchillo 87
-año del angelito León Febres Cordero
y de sus querubines de las fuerzas de seguridad-
en plena llaga nuestra; y
2. De la historia y sus estafas
del modus vivendi de los pájaros (en qué sueñan las palabras zurdas)
del modus operandi de los mártires y de los verdugos
y de las estafas de la literatura
o por lo menos del hueco que la separa de la historia.

Habrá que comenzar desde cero
cargando en algún hueco los chibolos, las costillas rotas
los huesos descosidos y un rondador de muertos
como balance de la gestión
del Frente de Reconstrucción Nacional
algo así como el catálogo de un tour gratis
por el Gólgota Equatorial con crucifixión incorporada
en un país horriblemente turístico
como la última y obligada imagen de un viajero irreversible
- o sea yo-
tomando una ducha a ritmo de vallenato
horas antes de subirse a un avión de Air France.


(O sea que ya no iba a estar y sigo sin estar
Lo que pasa es que un día por puro instinto tuve que salir volando
sin beca ni teta. ¿Qué futuro es posible – me decía-
si a los vecinos los hallas muertos o devorados por las ratas?
¿Qué miga de sueño puede quedar, qué pizca de perdón,
si uno termina dándose manos a boca con los amigos ahorcados con sus corbatas
acuchillados por los maleantes o recluidos en el manicomio
si los sobrevivientes se quedan libremente condenados
a cadena perpetua
haciendo cola frente a un banco en quiebra o ante una embajada?
Por eso digo: bien hice en esfumarme. Y ahora estoy aquí
en este puerto brumoso sin guatitas, sin palmeras ni plátanos
pero vivo
al pie de la memoria y con las cicatrices enteritas).

Bueno. Al grano.
Yo, vos, todos los que tenemos tres dedos de frente
sabemos que no hay desmadre impredecible
menos todavía éste en el que el despiste
aterrizaría tarde o temprano en el Ministerio de la Poesía Inútil
o en la cantera de Los Pleitos Odiosos con la Impunidad de la Historia.
Quiero decir que este poema era imprevisible pero ya no lo es
como lo es a deshora la injusta desaparición de quien en vida fue
Su excelencia el señor Tres Días de Duelo Nacional
presidente de la republiqueta de maricones
culicagados
con una que otra excepción que honra la historia nacional.

Lo que pasa es que en el tren de la literatura popular creíamos que era fácil virar una tortilla
a punte humo a punte biela a punte palabras
mientras los panas del Alfaro Vive –a leguas mucho más lúcidos y certeros-
se  entrenaban como locos
siguiendo cursos intensivos para que las balas no les hicieran nada
y para aguantar como hombres
en caso de que la policía nacional los arrestara
y procediera a  hacerles  muecas, cosquillas en los pies, etcétera etcétera.

Pero nada que hacer. Asi éramos
esencialmente bobos, lunáticos de siete suelas, anarquistas resabiados.
La noche nuestro útero, la poesía nuestro trasero prohibido. Y el día
un camello chuchaqui en un Quito que amanecía blanquito
pero apestando
mientras el locutor de la radio Tarqui
como disco rayado
no sabía qué hacer con un árbol, con un montón de arboles haciendo cola
cargados hasta la coronilla
de una realidad pestilente que entraba por los orificios del micrófono
y no salía más.
Algo así como si  aquella realidad se evaporara en la manguera del alambre
que desembocada a su vez
en un enorme almacén subterráneo llamado Logística urgente
para dejar de vivir como pendejos
y otro, justo al lado, Materiales de apoyo para una literatura nacional.


( y en pleno vallenato, bajo la ducha, mientras llovía no se sabe si agua o llanto
del futuro ex-pendejo que se aprestaba a irse porque olía a mierda
porque necesitaba oxígeno de urgencia, alguna espuma fresca
sin darse cuenta que terminaría zambulliéndose
en un pistolo armado hasta los dientes
se interrumpió el vallenato, se hizo agua y se fue por el sifón
cuando el locutor anunciaba que Fausto Basantes había sucumbido a mil balazos cerca del aereopuerto)

Pero ¡qué pendejos! qué mentecatos! Escribiendo poemas baratos
quemándonos las pestañas y hablando hasta por los codos
de la cultura popular
de la necesidad de ser nosotros mismos para no deberle nada a nadie
en lugar de ponerle una bomba a la línea cero
para que por fin todo pudiera comenzar de nuevo
tal como se afanaban en hacerlo los panas de AVC.

Eran los años ochenta
agujero relativamente más demencial que el presente
y del que hemos podido salir unos con muletas
otros en sillas de ruedas
y  algunos a hombros, en ataúdes de primera mano
o en el mejor de los casos en el último asiento
de un avión de Air France.
La cosa es que terminamos incompletos
mientras los asesinos van resultando ilesos
y  -lo que es el colmo-  con epitafios dignos de Genghis Khan
y un pueblo baboso moqueando su alzheimer
por el mamitico
el buenmozo
que se fumaba cuatro cajetillas diarias
de pura preocupación por el país.
señor!!



( quisiera que sepan
que Acá, uno se vuelve Uno con mayúscula
cuando El Comercio escupe suturas de un país lisiado hasta la médula
borracho y maricón
mocoso y con palancas.
Que Acá los domingos están lejísimos
que el Uno es un Uno pendenciero
pensativo y amargo
sin cementerio el día de difuntos
sin empanadas ni carnaval ni nada.
Acá y sin remedio
uno termina de francotirador.
Cada palabra es un gorgojo
escupido por los diarios).

Cierto que daba gusto ir tirando poemas como piedras
sorteando patrulleros y pesquisas en la boca del lobo
escupiendo en la cal un salmo colorado
armando a mano revistas sin padrinos;
arrogancia
que bastaba y sobraba para  granjearse el respeto
- o el rercelo- de la comunidad cultural quiteña
habituada a no mover un dedo
sin el cheque oficial.

Pero vamos por el principio. Cuando uno es chamo
la infancia dura lo que dura un partido de indor en plena calle
una calle sin arcos, con uno que otro bus atolondrado
y patojo. La Quitología era una ciencia inexacta que se aprendía con los pies
y la literatura, tenía que ser social, a su manera,
y no era para menos,
pues hasta los cuatro puntos cardinales parecían uno:
al norte un  grotesco mercado de putas
cívicamente llamado avenida 24 de mayo
al sur la cárcel del Yavirac
al este el manicomio
y al oeste, nada. Ninguna Parte,
que es como decir la cloaca
sino la rendija de la literatura.
Las paredes servían para mear de vez en cuando
mientras el usuario, desprevenido lector, leía URJE.

El desprevenido lector corría después el riesgo de caer imprevistamente
seis años preso en un colegio de curas,
convento que inevitablemenete dispondría de una biblioteca del otro mundo
y  en el que el ciclo comenzaría siendo básico: JulioVerne, Salgari
más todo lo que uno puede imaginar en novela de aventuras
( añádase la docena de volúmenes ineludibles de la vida de Tarzán
-que leyó clandestinamente-
usufructuando la biblioteca de unos parientes ricos-)
Lo serio serio comenzaría con El Lazarillo de Tormes,
algo como para ponerse a pensar
y a delimitar:
el lado serio de la cómica del hambre.
vendría después el  Siglo de Oro español
aprendido a la agüita, y punto,
porque vaya usted a ver quién le comprende a Góngora
por ejemplo, a los dieciséis años de edad.

Y en quinto curso, por orden del ministerio de educación,
había que tragarse la pomposamente dicha literatura universal;
la literatura inglesa, la alemana, la francesa, la  rusa. Toda la literatura del mundo
en un año lectivo maratónico, del que terminábamos
acezantes, sudando como tapa de olla, vomitando nombres
fechas de nacimiento, frases célebres y las infaltables últimas palabras de Fulano
A ver,
Quién dijo: “Luz, más luz”?
Un punto más  al examen al que sepa  el nombre de un dramaturgo famoso
que murió en plena función
y al final, irqui, enclenque, casi en los descuentos
la literatura ecuatoriana llegaba íngrima,
moqueante  y luctuosa como un entierro de pueblo o una procesión de decapitados
pues, como es de suponer,
del ramayana al mahabharata o de la ilíada a la odisea hasta la eneida
y de ahí hasta los nibelungos el fausto, pasando por las divinas comedias,
cuando no por la divina pomada del paraíso perdido
y  el mio cid que me caía y me sigue cayendo al huevo
ocupaban nuestro tiempo a más no poder.
Sólo en ese contexto uno puede entender
que se le haya dejado en la cuneta a Juan Montalvo
después de haberle dedicado un trimestre a Cumandá y sus coloridas cojudeces.
Luego teníamos otra vez  que ponernos de duelo un trimestre
Leyéndole a Medardo Angel Silva y punto.
Tan-tan
como dicen los finales de las canciones.

Después uno se inscribía
se matriculaba
se aprobaba en la universidad
-una universidad  con nombre de chiflido
FIU-FRIU- FEUE-FADI
y  año tras año uno seguía inscribiéndose
matriculándose y cabreándose
esperando en la vereda de enFrente
el bus de la literatura ecuatoriana que no pasaba nunca
el bus encunetado de la historia lavadita la cara
o sea que uno tenía la obligación moral de volverse autodidacta
y solo en condición de tal, imitando a Pinzón,
subirse al palo mayor y gritar “¡Cruces!”
“vengan a ver
Las Cruces sobre el agua!!”, carajo!
con la misma ansiedad que  uno podía divisar
un meñique de Pablo Palacio, dos costillitas de Hugo Mayo
o los zapatos gastadísimos de César Dávila por ejemplo,
las orejas de los conejos de Carrera Andrade
o la barba de patriarca del turquito Adoum.
Los únicos que vieron las Cruces
fueron los de Alfaro vive. Y nosotros, los menos miopes de todos,
quisimos camellar, virar la tortilla, como se dice,
pero desde el barrio, y con pistolas de agua
con molotovs de verbos y bombas de ripio
arrancadas dizque a la cantera de La Libertad
pero que no servían ni para quemar Años Viejos
pese a lo cual ahí seguimos, como burros amatrerados,
aferrándonos, creyendo todavía en el poder de la zurda.



Vea usted como fueron las cosas:
Entre semana se nos murio El Tamuka
-saltimbanqui sin fronteras-
así, de sopetón,
la santisima trinidad decidió atropellarle
hacerle migas sin consultar a nadie
sólo porque quería irse en moto a ver de cerca el color de los páramos
Y nos vimos en apuros el Diego Quito, El Ricardo, el Bruno Pino, el Héctor, el Miche,
el Chamo Guevara, el Chris Albán,
alcahuetes incondicionales, algunos de ellos, versolibristas de capa y de graffiti
metidos a mecenas del arte popular, del poema gritado a la pavaroti
de los títeres gratis, del teatro gratis, del canto con púas
en el casco colonial de quito
mientras todo el mundo estaba estudiando El poema del Mío Cid
porque todos los profesores estaban dando clases sobre el Mío Cid
u ojeando en Lanafit el próximo terno
para estrenar algún nuevo poeta de casimir
en las ediciones de la Casa de la Cultura de Casimir
o, en el mejor de los casos,  queriendo adornarse el pescuezo con una bufanda solar
mientras los poetas de abajo
los Canchis
los Umakantao, los de la Pedrada Zurda
andaban trompeándose con la lluvia de esos quitos de alacrán y de gangrena.
Ahí nomás estábamos
hasta que ¡zas! en un abrir y errar de ojos nos vimos con un pana menos
tipo dos de la mañana
tratando de ver cómo-dónde hallar un hueco y un cajón
para enterrar al artista sin papeles, sin reloj,
huérfano de seguro social, de viáticos de gastos funerales
y preguntándonos por qué mierda no se mueren los que ya están muertos.

No muy lejos por ese mismo tiempo loco
se nos fue el Ivo Espinoza.
Amaneció ahorcado en un potrero del norte de Quito.
Pintor con futuro – decía la crítica - Aunque -aclaremos-,
un futuro bastante hipotético y más bien abstracto
si se piensa que la guita que se ganaba el Ivo con sus cuadros
no le duraba ni una hora en el Casino del Hotel Colón.

¡Lo que es ser cojudos!!
A quién se le ocurre nacer en Quito. Querer ser artista en Quito!!
¡Pero no!¡qué va!
En lugar de estar pintando en un taller decente y bien montado por el Estado
-como en los países de adeveras-
martillado por la idea de levantar una mediagua por San Juan
el  pintor con futuro se ufanaba en volverse dostoievski a toda velocidad
y en dejarse montar por la puta de la república
-que nos jinetea corcobeante desde 1830-
lo cual obviamente no auguraba nada bueno ni para él ni para su mujer ni para sus vástagos!

Y todo lo que digo es paja, llanto obsoleto, dolor extemporáneo
porque los pucheros de maricones son ineficaces
peor que los programas del Ministerio de Educación
si no fuera verdad eso de que no hay mal que por bien no venga
pues la muerte, esa hembrita perversa y de labios pintados
nos reunió en  la Galería Charpantier
donde  los pintores hicieron llover toneladas de cuadros
-de Guayasamín a Jacome, todos sacaron como si fuera tostado
alguna maravilla y la ofrecieron
para que la viuda y los huérfanos salieran del apuro que es enterrar
un cadáver tan nuevo, un pintor tan nuevo
nacido en el País de la Intemperie.



Pero -como decía mi abuela-
las malas noticias nunca llegan solas.
Y como para confirmar que era cierto lo que decía el Héctor
que a veces llueve sobre mojado en algunas zonas de Quito
que cuando el pobre saca a colgar la ropa ese día llueve,
ese día, primero de mayo, el Héctor se hizo humo.
Resucitó tres días después en la morgue del hospital Eugenio Espejo
diciéndonos con los ojos “yo no fui”
den diciendo a mis guaguas que me agarró un rayo
malafesivo,
un rayo con puntería ecuatoriana, que disculpen nomás.

Como perros callejeros
nos fuimos a la cantina más cercana a tomarnos una mediecita
a cranear quéhacer cómohacer con el cadáver
buscando al mismo tiempo unas ollas grandotas
donde pudiera caber todo el llanto de los guaguas del Héctor
y a preguntarle al trago por qué tanta bandera negra
por qué carajo no se mueren los poetas de los domingos
que a quién carajos se le ocurre ser poeta de la calle de la ciudad
de los lunes con guarapo
con nombre de malapalabra y apellido de levantamiento.

Así
-parece mecha-
convertidos en proveedores de materia prima para la Funeraria Nacional
nos sentamos en la vereda a ver los cuerpos apagados
de los panas que seguían y seguían muriendo
Pasaba Alfonso Chávez, que antes de evaporarse se dio el lujo de plantar con sus manos
en el patio de Monjas una docena de sauces
pasaban los poetas de los lunes desesperados buscando
tras las puertas
debajo de las mesas
de las oficinas de la FAE
al poeta Gustavo Garzón
pasaban y siguen pasando los Pedrados buscando alguna pista, hurgando alguna kábala
que permitiera comprender el ocultamiento desaprensivo de  Marco Vinicio Poveda, de Pedro Moreno, de Orlando Sierra, de Bruno Pino.

Y así seguimos viendo la procesión de cuerpos apagados
en este Ecuador convertido en Funeraria
por decreto de la Doctrina de Seguridad Nacional
oyendo la respiración incesante de los gatillos hurgando hasta en la sopa al enemigo interior
viendo pasar el cuerpo pájaro de Fausto Basantes,
chorreando tinta roja por las narices, gritando Alfaro Vive!
el condorazo Arturo Jarrín, hecho un Cristo del Consuelo, gritando Alfaro vive!
los espléndidos cadáveres hechos migas de Juan Carlos Acosta, Sayonara Sierra,
Wladimir Regalado, Consuelo Benavides
gritando Alfaro vive!
miren, aquí están nuestras vidas  y nuestras muertes,
vean nomás, banda de cómplices y encubridores
sarta de amnésicos
cómo fueron las cosas
y váyanse nomás metiendo el duelo por el culo
sarta de pordioseros, mequetrefes, borreguitos
sin sangre en la cara
hijos de León Febres Borrego de la CIA

Nada de cruces ni de viáticos
nada de requiems ni ora pro nobis por nuestras úlceras
ni por las nubes rotas que no pudimos alcanzar
el duelo nacional lo dejamos para vuestro verdugo
el de los cien mil cachos
cuyos gusanos presuntamente inocentes
querrán venir a bailar cumbia con los nuestros
vengan nomás
-les dirán nuestros gusanos alfaristas-
lagartijas lombrices sanguijuelas
con los ojos preñados de lágrimas
vengan a la procesión de la historia de la impunidad
vengan con zapatos de charol y vean el atasco, la merienda de negros
el quilombo nacional con la bandera a media asta
saludando al tirano.


(Acá -les digo- estoy vivo y me prefiero apátrida
me prefiero viviendo en un polo de hielo
que en un ecuador de mierda -disculpen la franqueza-
es que a veces -sin querer-
se me cae la cara de la pura vergüenza
de estar vivo
al pie de la memoria
y con mis cicatrices enteritas;
se me hincha la sangre
de  ver que el verdugo se vaya tan orondo
tan tres días de duelo nacional
tan beatífico
tan mono
el hijo de la cresta!)


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