viernes, 3 de julio de 2009



Arte contemporáneo y mi bendita generación


Este es el final de los tiempos. CONTEMPORÁNEO, “nos” denominamos con el tiempo, nadie ha estado detrás de nosotros, nadie estará después, pues esto es lo que es y lo que hay. ”Somos nadie” Somos el alfa y el omega, citando a aquel que fue alfa y omega, aunque no nos interese la salvación, tal vez una enigmática estampa. Somos nadie y todavía seguimos inconformes, con la mano pulsada hacia todas las posibilidades de “conocer” y comprender el pasado, biológico, histórico, y filosófico, pero sin la habilidad de Julio Verne.  

Movimiento, Rapidez, Consumo, es el tiempo que envuelve al contemporáneo. La bella ciencia nos cuenta que somos una representación fractal del universo; éste, con su misteriosa apariencia de infinito, corre libremente hacia la autodestrucción. Dicho de otro modo, el humano existe para “robarle el glamour a la muerte”. Entonces, creamos y amamos habiendo vivido perplejos en la gracia de la muerte… y este es el único sentido al cual llamar autóctono.  

Cada niño creyente, se ha forma su idea del Arte; tenemos 4 años otra vez, y hablando sobre mi generación, tengo una tierna e inmensa curiosidad por ver como creceremos, esta vez hasta los “80 años”, cuando hayamos empezado la última infancia. Cuántos sabores más adquirirá la vida. Díganme si no reconocen ya en la lengua un sabor particular de la vida recorrida, un gusto intenso que varias veces se transforma en hastío, que con los días se hace imperceptible, y se queda en espera latente. Es en horas de soledad o tranquila angustia, que se enciende ese sabor que dejó un eco, como el que deja la sangre o el humo, y nos obliga a sumergirnos y entregarnos a nosotros mismos y a la insistencia de esa sensación. Ese sabor es el que innegablemente nos marca y nos aguarda, él y solo él, es la línea que dirigirá lo que hagamos para el Arte.        

Lo último que leo, me hizo comprender que todo lo que considero certeza o preciso o aun justo, no es más que un delirio de ignorancia y una cortesía del orgullo. Por ello, apocalíptico como la belleza, este es el final de los tiempos, de la condena contemporánea, nuestra extinción mental, la hipnosis de las estructuras y aun la anárquica purga, son los efímeros principios de los que nos vamos aligerando; las progresiones del Poder y lo paralizante de su significado, se diluirá en un soplo de risa y en algo sutilmente parecido al quemimportismo.

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