Parte de un grupo de poetas que salen a la luz a partir de los años 50.
Su poesía esta cargada de un sentido musical que marca el rigor de sus textos y la profundidad de su sentir.
5
En medio de las sábanas sus piernas, solían
incendiarse como un
neón; para el combate de los
frutos. Ardía el
vello
de
su
sexo curvo como una luna negra. Dura,
dorada, preparada, tierna
para la lluvia blanca, su arcilla,
comestible
temblando como un
tajo de sed ardiendo
en agua.
En que metal sin
En que metal sin
manos arderás esta noche.
Dónde
estarás
ardiendo.
EL ANDROS II
Las podridas aguas de mi cuerpo no fueron suficientes para marchitar tu flor, ni pudieron quitar la luz salvajemente inocente de tus ojos esperando no sé qué paz o qué nueva sensación inasible, o qué lugar prohibido para pervertirme con tu alegría y domesticarme en un ir hacia la seguridad de vivir sin una muerte redimiéndonos, sin siquiera una lágrima marcándonos, como una linterna de llanto en la noche donde te buscaba, tal vez rogando siempre que jamás fueras la encontrada.
Y aquí me hallo, amor, atisbando tu alegría, defendiéndome de tu hambre de tus desnudos hombros que reclaman mi cabeza, o de tu vientre donde pongo, más allá de su blancura y de sus palpitaciones, mis orejas a oír las soledades de tu abismo, mientras un bosque frente a mis ojos llamándome para la insistencia cotidiana de la alegría de ti.
O no sé contra qué o contra quién, iluminándome o cegándome, desgarrándome los dedos largamente, como si fueran las piernas abiertas de una mujer ansiosa de las más fuertes penetraciones, igual que tú, negada de nunca, dolorosamente ofrecida, olvidada de siempre, igual que yo perdiéndome frente al júbilo de tu carne.
Ah dolida verdad la de tus manos recorriendo los sitios donde el placer estuvo algún día limpio, implacablemente encendido, y no muriendo como hoy entre horribles llamas negras.
(De “Cantos para celebrar una muerte”)
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